Cuba cumple de forma efectiva y consecuente los compromisos asumidos con el Protocolo de Montreal, como lo ilustran proyectos dedicados a la recuperación, recolección, transportación, almacenamiento y destrucción de las Sustancias Agotadoras de la Capa de Ozono (SAO) en el país Autor: Raúl Abreu Publicado: 21/06/2021 | 09:29 pm
El país sustituye los hidroclorofluorocarbonos (HCFCs) por alternativas tecnológicas, eficientes y económicas que no dañen la capa de ozono ni contribuyan a aumentar los gases con alto potencial de efecto invernadero. Declaran al Hotel América de Villa Clara, libre de SAO. Celebran Día Mundial de Protección de ese manto natural bienhechor del medio ambiente
El América, administrado por el grupo Cubanacán en la central provincia de Villa Clara, más que un hotel pudiese clasificar como un templo ecológico, según el reciente anuncio de ser la primera instalación del país libre de Sustancias Agotadoras de la Capa de Ozono (SAO).
Ser pioneros en la supresión total de los gases dañinos al medio ambiente en sus sistemas de refrigeración y climatización, los pone en mejores condiciones de enfrentar nuevas metas, siempre en función de priorizar la calidad del servicio al cliente, razón de ser de ese equipo de trabajo que en el acto por el Día Mundial para la Protección de la capa de ozono, el próximo 16 de septiembre, recibirá con orgullo su estandarte de Libres de Sao.
Según explicó Natasha Vázquez, especialista de la Oficina Técnica de Ozono (OTOZ), los directivos y técnicos del hotel optaron por cambiar, casi en su totalidad, el equipamiento que empleaban compuestos perjudiciales, por ejemplo, el R-22, y en otros casos lograron la reconversión a gases alternativos como los HFC (hidrofluorocarbonos).
La estrategia consistió en dejar de usar los refrigerantes clorofluorocarbonos (CFC) en aires acondicionados y en refrigeradores, al prescindir de equipos obsoletos y/o reconvertir la tecnología de otros con propelentes ecológicos no dañinos al entorno.
De esa manera lograron cumplir con lo dispuesto en 1987 por el Protocolo de Montreal, al gestionar de una forma adecuada y ecológicamente aceptable, la sustitución o eliminación originalmente de los CFC, utilizados en el mundo habitualmente como solventes para limpieza, entre otros fines.
En Cuba, éxitos y desafíos del Protocolo de Montreal
La Isla se destaca por cumplir sus compromisos correspondientes a la nueva etapa del Protocolo de Montreal referente a la eliminación de las SAO, considerado este el convenio internacional más exitoso y de mayor reconocimiento promovido por Naciones Unidas.
En particular, las acciones corresponden al plan nacional de eliminación de esas sustancias en marcha desde 2012 y hasta 2030, el cual constituye un reto para el sector industrial y productivo, y tiene en cuenta los programas de desarrollo del país y su conducta responsable ante los acuerdos a escala global.
En esta fecha en que se celebran en todo el orbe los relevantes resultados del Protocolo de Montreal, la nación caribeña lo hace con más exigencia, mayor eficiencia y racionalidad en el cumplimiento de las metas concernientes a la eliminación de las referidas sustancias, que, como en otras etapas, en esta nueva se prepara para una buena cosecha de logros.
El director de la Oficina Técnica del Ozono de Cuba, Nelson Espinosa Pena, explicó que en la nueva fase, tras cumplir con éxito la eliminación del uso de los CFC, el tetracloruro de carbono y del bromuro de metilo, entre otras, el país se concentra en los HCFC.
En un proceso acelerado de reconversión, sustitución y eliminación de esas dañinas sustancias, Cuba implementa desde hace más de tres lustros un programa nacional para reducir la utilización de estas en diferentes sectores productivos, comerciales y de servicios.
Otro declarado propósito de esa estrategia es aportar también a la disminución en la emisión de gases de alto potencial de efecto invernadero, para contribuir a enfrentar mejor y mitigar los efectos del cambio climático.
Desde 2013 el país logró el congelamiento de la importación de los HCFC y ahora se apresta a la eliminación paulatina de su uso por las diferentes vías posibles, en cumplimiento de los compromisos internacionales asumidos como signatario del Protocolo de Montreal, firmado el 16 de septiembre de 1987 y ratificado hoy por la totalidad de los Estados miembros de la ONU.
Citó Espinosa entre los resultados más relevantes haber suprimido los clorofluorocarbonos (CFC) en la refrigeración doméstica, un hecho inédito en el mundo pues ninguna otra nación ha logrado ese propósito de modo tan masivo, como ocurrió en la Mayor de las Antillas gracias a la Revolución Energética, emprendida en la primera década de 2000.
Ese proyecto permitió la sustitución de los aparatos electrodomésticos que empleaban los CFC, y propició además un considerable ahorro de combustible debido al menor gasto de energía, por ejemplo, de los refrigeradores distribuidos a la población.
Otro logro es la eliminación del bromuro de metilo en la agricultura, y de los CFC en la fabricación de aerosoles industriales y farmacéuticos, mediante la reconversión tecnológica de las plantas encargadas de producirlos, que pasaron a elaborarlos con propelentes ecológicos.
El directivo insistió en el ejemplo de buenas prácticas en la sustitución de SAO por alternativas tecnológicas leales al medio ambiente con la empleada en el bromuro de metilo, que tras su amplio uso en la fumigación de almacenes e instalaciones industriales y en cultivos protegidos (tomate, pimiento, pepinos, melones), flores, plantas ornamentales y café, quedó reemplazado por técnicas múltiples de control de plagas con elementos biológicos y el uso de injertos.
En todos estos años de experiencias y lecciones aprendidas OTOZ, que ya cumple en 2015 sus dos décadas de creada, mantiene entre sus líneas de trabajo (basadas en la implementación del plan nacional de eliminación de las SAO), el avance de los proyectos para la supresión de los HCFC.
Espinosa señaló otros objetivos priorizados hasta 2030 para la supresión progresiva de los hidroclorofluorocarbonos R-22 y 141-B, compuestos muy extendidos en la climatización y refrigeración doméstica, un desafío que exige la búsqueda de gases refrigerantes alternativos no dañinos al entorno natural, además de la introducción y aplicación de nuevas tecnologías.
La recuperación o reconversión de los equipos que utilizan esos tipos de HCFC se suman a las acciones de capacitación del personal técnico, pues las sustancias novedosas que se introducen en el mercado así lo requieren, como es el caso de dos o tres nuevos refrigerantes, el hidrofluoro -HFO- entre estos, que resulta ser un HFC saturado sin contenido de cloro.
Esta es de una sustancia que aún se encuentra en fase de desarrollo; y aunque ya se comprobó que influye bastante poco en el calentamiento global, se reconoce como tóxica e inflamable, por lo cual el personal debe estar debidamente calificado para su correcta y eficiente manipulación, según alertó Espinosa.
Puntualizó en que a largo plazo, y de forma paulatina, se procede a suprimir los HCFC del sector industrial del país, y en ese sentido varias fábricas y entidades se encuentran en proyecto para reconvertir sus plantas productivas.
Muy atractivo resulta el proyecto demostrativo de recuperación, recolección, transportación, almacenamiento y destrucción de SAO, que consiste en aniquilar el refrigerante contaminado y recuperado en gran parte durante el cambio de equipos ineficientes en la Revolución Energética, para evitar su emisión a la atmósfera.
Para ello se cuenta con una planta de tecnología japonesa en la fábrica de cemento Siguaney, en Taguasco, Sancti Spíritus, que pronto será puesta en marcha, tras una considerable inversión que permitirá destruir de forma ambientalmente segura todo el refrigerante nocivo recopilado.
Asimismo se organizan cursos de capacitación y entrenamiento de buenas prácticas de refrigeración y aire acondicionado y de reconversión de equipos a alternativas libres de HCFC, dirigido a mecánicos y técnicos de esta esfera, más otros para inspectores de aduana quienes se especializan en la detección de las SAO en frontera, entre otros conocimientos.
Otra experiencia cubana es la implementación del Proyecto demostrativo de sustitución de Chillers para el manejo integrado en el subsector de máquinas centrífugas de agua en Cuba, cuyo contenido se resume en un texto que se une a los esfuerzos editoriales de la Oficina para contribuir al conocimiento en esta materia.
Se suman más aportes como el libro Censo Nacional de equipos que emplean SAO 2013, otro dedicado al asma y a la protección de la capa de ozono en la fabricación de inhaladores de dosis medida, así como el referido al manejo integrado de plagas en almacenes, silos, instalaciones de la Industria Molinera, entre otros.
Sustituir, reconvertir, eliminar: palabras claves
El llamado de la Tierra es hoy a recurrir a los orígenes representados por refrigerantes naturales como alternativas más eficaces ante la urgencia de eliminar el consumo de los HCFC, cuyo uso se tenía previsto hasta 2040, y del cual se decidió anticipar en diez años su supresión total.
Significa este un gran aporte a la restitución de esa capa bienhechora y el cierre de su agujero, previstos para 2065 pues, en cuanto al cronograma de eliminación de tales compuestos, se señala primero el congelamiento del consumo y, luego, la otra medida de control de su supresión será 2015, cuando se debe reducir en 10 % de acuerdo con la línea base (ya para 2020 el recorte será de 35 %).
Para acabar con los HCFC se cuenta con el apoyo financiero y la asistencia técnica del Fondo Multilateral del Protocolo de Montreal, con lo cual se da un paso significativo en la protección del medio ambiente y en el control y liquidación de emisiones de gases de efecto invernadero.
Entre las alternativas refrigerantes naturales se encuentran hidrocarburos como el ciclopentano, el gas amoníaco y el CO2, entre otros, que darán respuesta a la necesidad de la eliminación del consumo de HCFC (R-22) en la fabricación de equipos de refrigeración, y como solvente en la limpieza de estos sistemas y de aires acondicionados, así como a la disminución paulatina y sostenida de su uso en el sector de los servicios.
Se incluyen además la fabricación de espumas con polioles premezclados con 141b, la eliminación del consumo de R-22 en la fabricación de equipos de refrigeración y la supresión de la importación y exportación de equipamiento, productos y tecnologías que usen o contengan HCFC, en las diferentes ramas y entidades.
Otras acciones precisan revisar y perfeccionar la legislación nacional concerniente a la protección de la capa de ozono, implementar el proceso de control de tales compuestos de acuerdo con las regulaciones vigentes y el sistema de cuotas, licencias y permisos para el comercio de medios y productos que los contengan, además de reforzar la vigilancia en aduanas para impedir la entrada en frontera de cargas no autorizadas con HCFC.
A lo anterior se añade la prohibición de comprar 141b para la limpieza de los sistemas de refrigeración y la eliminación total del consumo de estos en el sector de espumas de poliuretano rígidas y en tuberías y tanques, así como implementar el proceso de recuperación, reciclaje, recolección, almacenamiento, transporte y regeneración de HCFC, además de la destrucción de las SAO en la fábrica de cemento Siguaney, habilitada para esos fines.
En la segunda fase del Programa Nacional de eliminación de HCFC, prevista entre 2020 y 2030, se espera la mayor repercusión en los servicios, con el propósito de reducir en 67,5 % el uso de esas SAO para enero de 2025 y erradicarlas totalmente en 2030.
Los HCFC son sustancias formadas por átomos de cloro, flúor, hidrógeno y carbono, consideradas como agotadoras del escudo protector de la Tierra, y han sido usadas temporalmente como sustitutas de los CFCs (clorofluorocarbonados) en los sistemas de refrigeración y aires acondicionados.
Se trata de un gas incoloro, inodoro y no inflamable en condiciones normales, moderadamente poco soluble en agua, con bajo potencial de bioacumulación cuya principal fuente de uso son los equipos de refrigeración, aires acondicionados comercial e industrial, en la producción de espumas rígidas (paneles de cámaras frías, termopack, aislantes de poliespumas) y las flexibles (colchones, cojines, muebles). Están presentes también en aerosoles, pinturas y barnices.
Jornada por la capa de ozono
La especialista de Comunicación de OTOZ, Rosa Viñals, se refirió a las actividades que se desarrollan a lo largo de todo el territorio nacional en centros de trabajo y de estudios, en ocasión del Día Internacional para la protección de la Capa de Ozono, que se celebra cada 16 de septiembre.
Desde el pasado 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, el país se enfrasca en esas acciones aunque la jornada comenzó oficialmente el 1ro. de septiembre último y se extenderá hasta el próximo día 30.
La Asamblea General de la ONU seleccionó la fecha del 16 de septiembre en el año 1994, en conmemoración al día en que se firmó el Protocolo de Montreal, relativo a la eliminación de las SAO.
Cuidemos la capa de ozono
Más que una capa protectora la Capa de ozono es un delgado escudo de ese gas que se encuentra entre los 19 y los 23 kilómetros por sobre la superficie terrestre, en la estratosfera; rodea a la Tierra y la protege de los peligrosos rayos del sol.
Este delgado escudo conocido por Capa de Ozono, (ozono estratosférico), hace posible la vida en el planeta y es vital para todos su conservación y que no se deteriore aún más, pues, constituye la única sustancia en la atmósfera que puede absorber la dañina radiación ultravioleta (UV-B) proveniente del sol.
El ozono es un compuesto inestable de tres átomos de oxígeno (O3), que actúa como un potente filtro solar evitando el paso de una pequeña parte de la radiación ultravioleta (UV) llamada B que se extiende desde los 280 hasta los 320 nanómetros (nm).
La gran apertura o agujero de esa capa protectora de la Tierra creció tanto, que la radiación solar que deja pasar afecta a las personas, los animales y las plantas.
Se ha demostrado que la aparición del agujero de ozono sobre la Antártida está relacionado con la fotoquímica de los clorofluorocarbonos (CFC) y otras sustancias tan estables que pueden permanecer sin reaccionar hasta por 100 años y así llegar a la estratosfera, donde interactúan con el O3 (Ozono).
La duración de la vida destructiva de una SAO puede extenderse entre los 100 y 400 años, dependiendo del tipo que sea. Por tanto, una molécula de SAO puede destruir cientos de miles de moléculas de ozono.
Es posible que los efectos del calentamiento global de la atmósfera vayan a retardar el proceso de recuperación de la capa de ozono, por lo que se debe prestar atención también a las emisiones de gases de efecto invernadero.
Las investigaciones recientes sugieren que el hielo que se está derritiendo en la Antártida va a liberar cantidades significativas de SAO y de gases de efecto invernadero.
Dichos componentes químicos están presentes en diversos productos comerciales como el freón, aerosoles y pinturas.
Los incrementos en la radiación UV-B han sido observados no solo bajo el agujero de ozono en la Antártida sino en otros sitios como los Alpes (Europa) y Canadá (América del Norte).
Entre los efectos dañinos están las incidencias de cáncer de piel y de cataratas, los cuales van a demorar unos 20 a 50 años en disminuir hacia niveles normales, también la pérdida del fitoplancton, base de la cadena alimentaria marina, ha sido observada como causa del aumento de la radiación ultravioleta.