Galardonado con la condición de Hombre-Habano –el más joven de Cuba- es un devoto de sus plantaciones, de su entorno y de su finca, que es parte de su vida misma. Autor: Miguel Hernández Martínez Publicado: 19/11/2024 | 09:03 pm
A unos 20 kilómetros aproximadamente de la ciudad de Pinar del Río, casi como una maravilla escondida en el municipio San Juan y Martínez, se encuentra la finca Quemado de Rubí de Héctor Luis Prieto Díaz, un hombre sencillo, amante de la tierra y la hoja de tabaco. Muchos títulos podrán otorgársele, pero hoy se le conoce, y así pasará a la posteridad, como el Hombre Habano más joven del mundo.
La naturalidad lo distingue: “un guajiro natural especial de allá del monte” como el que describía el cantautor cubano Polo Montañez. De hablar por momentos tímido pero firme. Y el diálogo, porque más que entrevista lo sentimos como una conversación entre conocidos.
Juventud no siempre equivale a inexperiencia...
Son contadas las personas que ostentan una categoría de tal relevancia siendo tan jóvenes. Héctor Luis Prieto Díaz la recibió en 2007 cuando tenía 36 años. Un logro que no siente solo suyo, porque la humildad también forma parte de la personalidad de este pinareño.
“El camino que me llevó a alcanzarlo fue el del trabajo del día a día, la experiencia heredada de mi familia, sinceramente, sin ella hubiese sido imposible obtenerlo. Representa para mí un compromiso a seguir trabajando y para nada lo veo como algo solo mío. Creo que ese premio pertenece más a mi padre, a mis abuelos, quienes realmente me enseñaron y me cultivaron en este mundo del tabaco. Me tocó a mí ir a recibir el premio, pero realmente es de ellos, fruto de su trabajo y de todo lo que me enseñaron”.
La emoción llega cuando habla de sus progenitores, la fuente de su amor por la solanácea. Casi se logra ver al niño que se movía ágil por aquella tierra, confundiéndose con las plantas, encontrando el significado de la vida en el arte de hacer nacer la tierra.
Secretos del Hombre Habano
Héctor Luis Prieto, el más joven Hombre Habano de Cuba, comparte los secretos que lo llevaron al éxito en la producción tabacalera en la vega Quemado de Rubí, de San Juan y Martínez, en la más occidental provincia cubana.
“Tengo la tradición campesina por parte de mi mamá, de mi papá, ambos hijos de productores de tabaco. En la casa de mi papá de lo que se hablaba era de tabaco. Estaba y con mi abuelo también. Con ellos me fui cultivando e introduciéndo en este mundo y me enseñaron mucho de lo que sé. Como decimos los guajiros ‘nací debajo de una mata de tabaco’. Aprendí mucho, no todo, pues aún me falta por conocer. Creo que nunca terminamos de crecer”.
Amores y pasiones
La literatura romántica está plagada de historias de amor en las que entre los protagonistas se enciende la chispa del amor en un segundo. Así, por más trillado que parezca, pudiera representarse el encuentro del niño Héctor con las grandes y tupidas vegas de tabaco sanjuanero.
“Desde muy pequeño me atrajo mucho el cultivo de la planta, siempre estuve muy ligado a ella y tuve esa inclinación de estar entre sus hojas. Me gustaba ver a mi abuelo y a mi padre fumar. Aprendí con ellos y más que un único momento, fue un proceso. Lo llevo en la sangre, es algo genético, de familia, son raíces”.
La vida es la consecución de nuestras decisiones y al Hombre Habano lo han llevado por el camino del éxito. Pero más allá del título con el cual ha ganado renombre internacional, el que más atesora es ese heredado de sus predecesores. Se considera a sí mismo como un agricultor, amante de la tierra y los cultivos. En sus palabras puede percibirse la pasión por ese noble oficio, del cual germina la vida.
“Cuando entro a mi vega de tabaco casi converso con las plantas. De mirarlas sé lo que necesitan, si es agua, recolección, que las desbotonen. Interactuamos muy bien y logro establecer una conversación con ellas”.
Quizás a esa íntima conexión se deba el auténtico sabor de las hojas cosechadas por este sanjuanero, probadas por muchísimos fumadores de Cuba y el mundo, quienes llegan a la finca en busca de disfrutar el aroma y sabor de los mejores puros. Casi ningún maestro revela su secreto, pero Héctor nos compartió el que considera el suyo.
“Creo que el éxito está en la disciplina, en el amor, la entrega, en el apoyo de la familia sobre todas las cosas, en lograr y hacer realidad los sueños de mis antepasados y también dejar el legado para que mi hijo y nieto pequeño sigan mi tradición y en un futuro logren los sueños que yo no pueda alcanzar”.
Habla con orgullo de su hijo, quien trabaja con él en la finca y aprende la cultura del tabaco. Cuando se refiere al pequeñito de apenas un año y ojos almendrados y curiosos, expresa esperanza y amor sin límites. Su anhelo es que, aún cuando al crecer escoja otro camino, conozca la labor de su abuelo y se sienta agradecido de haber nacido en una tierra tabacalera y en un municipio de tanto prestigio como San Juan y Martínez, La Meca del tabaco.
24 horas de entrega a la tierra
Cuando pensamos en las personas que han alcanzado el éxito y son conocidos dentro y fuera de sus países, muchos se preguntan cómo será su día a día, en ese intento por hacerlos más cercanos, por comprobar que son seres humanos y no estrellas inalcanzables y descubrirlos en una cotidianidad tan normal como la nuestra.
El día de Héctor comienza, transcurre y termina en la tierra, esa por la que ha trabajado tan duro, sin pensar en la fama.
El café temprano en la mañana junto a su esposa (quien ha sido uno de sus grandes apoyos) y familia no puede faltar.Visita a los animales y enrumba sus pasos hacia el campo para iniciar las faenas junto al resto de los obreros.
Un día en su vida
Cuenta su rutina diaria en la vega Quemado de Rubí, de San Juan y Martínez: siempre está en constante movimiento, solo se permite una breve pausa después del almuerzo y la mayoría de las veces, como guajiro consagrado, la noche lo sorprende en el campo.
En estos momentos otros cultivos ocupan también su tiempo y un espacio dentro de las cinco caballerías de tierra de su finca.
“Me he vinculado a la producción de alimentos, porque es el importante llamado de la máxima dirección del país. Para mí es muy noble el poder llevar a la mesa del pueblo los alimentos y siento compromiso y responsabilidad hacia esa tarea”.
A propósito, comentó sus impresiones sobre el importante proceso en el que está inmersa Cuba.
“La Tarea Ordenamiento es un proceso complejo, pero será muy productivo para la economía y el desarrollo del país, no tengo dudas de que será un cambio positivo y de que saldremos adelante. Siempre he tenido confianza en la Revolución y la dirección del país.”
Pasión, raíces, entrega
El ser humano tiene la capacidad de reinventarse, de sobreponerse a los obstáculos y levantarse aún más fuerte. Resiliencia lo llaman y representa una prueba de cuánto somos capaces de resistir, y la habilidad de tornar los escollos del camino en peldaños hacia la felicidad.
Héctor también ha tenido que sobreponerse a las limitaciones provocadas por la Covid-19 y los golpes asestados a la agricultura pinareña debido al impacto de fenómenos meteorológicos.
“Los ciclones que afectaron a la provincia nos dejaron prácticamente en cero en relación con los semilleros de tabaco, pero hemos ido superándolo con trabajo, poco a poco. El trabajo y la disciplina nos ha permitido mantenernos y seguir viviendo, que sobre todas las cosas, es lo más importante”.
Terminó la entrevista y Héctor dirigió sus pasos al campo en el que nació, ese en el cual también terminará sus días, pues mientras tenga fuerza y salud se le verá trabajando la tierra, que prácticamente es la sangre que le corre en las venas.
Allí es feliz dedicándose al tabaco, la más grande de sus pasiones. Cuando el paso de los años le impidan hacerlo físicamente, se ve a sí mismo transmitiendo experiencias y enseñando a las nuevas generaciones, y al mismo tiempo aprendiendo de ellas. Desde San Juan y Martínez seguirá este vueltabajero defendiendo el legado de sus antecesores y poniendo en alto el nombre de su terruño y de su Cuba que según él, se resume en una palabra: Fidel.