Autor: Minerva Hernández Basso Publicado: 21/06/2021 | 09:45 pm
“Hace cerca de 43 años Fidel me dijo: tendremos que hacer un Palacio más modesto”; es el recuerdo lejano, pero aún vivo, de un diálogo con el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, poco antes de comenzar el proyecto constructivo del Palacio de Convenciones de La Habana y que mantiene reservado en su memoria Roberto Valdés Martínez, General de División, jubilado.
Entonces se desempeñaba al frente del sector de las construcciones en la capital y pensaba en cómo hacer ese gran palacio de congresos soñado por Fidel y que le describiera cuando le asignó esta obra entre las numerosas destinadas a la VI Conferencia Cumbre del Movimiento de Países No Alineados.
Sobre los inicios cuenta cómo se emprendió una amplia investigación para adquirir experiencias previamente, mediante una gira que organizó Celia Sánchez Manduley, con el objetivo de que se visitaran importantes centros de este tipo. “En unos cuatro meses viajamos a múltiples países”, señaló.
La primera visita fue a Kioto, en Japón, para conocer el famoso Palacio Imperial, “extremadamente maravilloso”, precisó Valdés Martínez y menciona entre las naciones recorridas a Suiza, Francia, España, Italia, Dinamarca y Noruega, así como Argelia, Marruecos y Brasil, en cada una se hicieron recorridos por varios centros de reuniones.
Para participar en esa etapa de búsquedas de referencias fueron seleccionados profesionales de diversas ramas, arquitectos, ingenieros, especialistas en equipos de audio, luces, mobiliario, aires acondicionados y decoración, entre otras ramas.
Entonces ya se había designado al arquitecto Antonio Quintana Simoneti, como jefe del proyecto, quien organizó un equipo de ingenieros y arquitectos integrado por Edmundo Azze, César Rivero, Eduardo Ecenarro y otros especialistas y dibujantes.
Al regreso de cada viaje, según Valdés, se desarrollaban y organizaban las ideas, recibían nuevas propuestas y se le informaba a Celia de los resultados de cada recorrido. Aunque “en dos ocasiones me entrevisté nuevamente con el Comandante en Jefe”, afirmó.
Según recordó, de todas las reuniones surgían nuevas tareas para desarrollar en el extranjero durante los siguientes viajes. Luego de la última gira tras solicitar entrevista con Fidel, pudo exponerle sus impresiones acerca de lo tenso que estaba el programa por el poco tiempo disponible para hacer un buen proyecto, producir, comprar equipos, piezas, sistemas de aire acondicionado, accesorios, mobiliario y equipos de comunicaciones, alfombras, cortinas, asientos y grandes cristales.
“Fidel me escuchaba con mucha atención”, dijo, más aún cuando le explicó los altos costos que podría generar el proyecto. Fue en ese momento que le propuso hacer un palacio modesto, luego de elogiar la gran labor desarrollada con anterioridad.
Cambios ante las dificultades
La nueva realidad impuso cambios significativos. Habría que desestimar el lugar elegido inicialmente, al lado de la Plaza de la Revolución, para construir aquel palacio imaginado. Una de las dificultades era que el anteproyecto o las ideas en torno a la obra preconcebida requería de una edificación cuya altura sobrepasaría, en varios metros la del monumento a José Martí, lo cual “no está permitido por nuestras leyes y entidades de planificación local”, precisó Roberto Valdés Martínez.
Rememoró que cuando ya estaban listas las facilidades temporales en ese sitio para comenzar, se decidió hacer el palacio en otra zona. Aunque la obra nueva sería de menor envergadura, el tiempo iba en contra de los proyectistas cubanos, los constructores y la industria nacional de apoyo, además del retraso en la definición de las inversiones, de compras y contrataciones. “Estábamos contra reloj”, señaló.
Para elegir la nueva ubicación se tuvieron en cuenta muchos aspectos, entre otros las viviendas y los diferentes servicios de apoyo necesarias para la atención a los invitados y sus acompañantes, “estamos hablando de más de 60 viviendas que era la demanda planificada; finalmente se definió un lugar cercano al hospital CIMEQ, que ya estábamos construyendo”.
Ahí hubo que comenzar a diseñar nuevamente las obras, facilidades temporales y proyectos ejecutivos, movimiento de tierra, etcétera, subrayó Valdés. Pero una mañana Celia Sánchez lo citó para el salón de protocolo ubicado en El Laguito, al llegar la vio acompañada por el arquitecto Quintana.
Enseguida ella explicó:”lo que les diré está aprobado por Fidel y sin marcha atrás. Por algunas dificultades en el lugar seleccionado antes, se tomó la decisión de construir el nuevo palacio aquí en esta zona”.
Valdés pidió la palabra para puntualizar el poco tiempo disponible para acometer la obra con las múltiples tareas aún pendientes, muchas de gran peso económico además de que esa era un área de ciénaga, “las cimentaciones se nos dificultarán grandemente”, explicó.
Entonces narró cómo Celia, sonriente, le dijo: “Robertico a ti te trajeron para La Habana para dar solución a todos esos problemas y mucho más. Manos a las obras y que todo termine en tiempo, es el mensaje que les envía Fidel, además dijo que trabajes de inmediato en hacer un puente para el río Quibú, lo antes posible, él estuvo revisando todos esos terrenos ”.
A partir de aquel día, dijo Valdés Martínez, que estuvo casi dos años durmiendo en un jeep, pasando miles de sustos y dificultades; cada cuatro o cinco noches, de madrugada, “Fidel en persona revisaba el famoso puente”.
Se comenzaron a producir e hincar pilotes para las cimentaciones dentro del fango. La principal empresa ejecutora de la obra fue la ECOA 6, confirmó Valdés Martínez.
Sobre esa labor recordó que fue necesario trasladar árboles del lugar y otros inconvenientes durante las inundaciones provocadas por las fuertes lluvias, cuando crecía el río Quibú que “en dos ocasiones causó daños a las cimentaciones y en áreas ya construidas. Además, los incumplimientos de los organismos nos causaban problemas porque trabajábamos con cronogramas muy precisos. Era una gran orquesta vinculando los problemas de esta obra súper priorizada, entre cientos de otras en fase de ejecución en la capital, también para la Cumbre de Países No Alineados”, argumentó.
Luego de esa carrera contra el tiempo, la obra concluyó y solo algunos detalles faltaron el día de la inauguración, por ejemplo, no estaban instalados los secadores de manos de los baños.
Durante aquella “tortuosa ejecución”, según dijo, se efectuaban reuniones semanales, muy tensas y con fuertes discusiones”. Estaban presididas por los comandantes de la Revolución Juan Almeida Bosque, Ramiro Valdés Menéndez y también por Pedro Miret y Celia Sánchez. Asimismo, asistían integrantes del Consejo de Ministros y representantes de proyectistas y constructores.
Fueron meses de grandes trabajos asumidos por cientos de personas dispuestas a colaborar, en especial el General de División Roberto Valdés Martínez, quien siendo Jefe del Ministerio del Interior en la provincia de Camagüey, lleno de entusiasmo dio un giro a su vida, a partir de la inolvidable reunión presidida por Fidel Castro para evaluar las obras de esa provincia.
“En aquella reunión empezaron a verse las dificultades, había mucho despilfarrado de recursos. Yo estaba sentado en lo último y Fidel me dice, Robertico, hazte cargo de las construcciones, que vas a ser el jefe de todo. En ese momento le hice una notica que decía: Fidel yo nunca he visto un ladrillo de cerca”.
Luego, mientras examina su memoria prosiguió: “Fidel leyó y siguió como si nada, pero al rato dijo: Robertico no te preocupes, yo sé que donde tú te metes resuelves los problemas, así que hazte cargo. A su orden Comandante, le respondí. Así me hice constructor”.