Fue el asentamiento de Don Luis De Clouet y otros 46 colonos franceses, que creció abrazando una bahía de bolsa, donde en 1745 culminó la obra de la única construcción militar de Cuba dispuesta para evitar que siguiera como asidero de piratas y filibusteros. Hoy se preserva como la edificación más antigua del territorio. Autor: Julio Larramendi Publicado: 20/07/2022 | 12:43 pm
Fernandina de Jagua fue una fundación tardía que no pudo llegar más a tiempo, tan puntual como 300 años después de la iniciación colonial de la Isla, para erigirse, desde la cuna, como ejemplo de orden, urbanidad y civismo para las más longevas demarcaciones del país.
Fue el asentamiento de Don Luis De Clouet y otros 46 colonos franceses, que creció abrazando una bahía de bolsa, donde en 1745 culminó la obra de la única construcción militar de Cuba dispuesta para evitar que siguiera como asidero de piratas y filibusteros. Hoy se preserva como la edificación más antigua del territorio.
Desde entonces, para beneplácito de los que viven en la península de La Majagua, la rada ha sido el corazón de todo propósito para los lugareños, un entorno natural rozagante de beldades y riquezas madereras y pecuarias que, según cuenta la leyenda de Guanaroca, surgió del sacrificio de su hijo.
Otras leyendas como las de Caunao y Arimao conforman el patrimonio intangible, y se envuelven en la toponimia local para trasegar entre generaciones.
Jagua conservó ese nombre de ascendencia aborigen por apenas una década -aunque todavía se preserva como identificativo- cuando De Clouet lo cambió a Cienfuegos, para honrar al Gobernador General de la Isla por respaldar la fundación de la Villa.
“Nació soñada, planificada y fundada, propio de la ilustración reinante en el siglo XIX en que surgió”, comentó Irán Millán Cuétara, Conservador de la Ciudad, quien señala el trazado lineal, perfecto y premeditado de las calles, con regulaciones urbanas que apuntaban a la posteridad de sus inmuebles.
El centro histórico de la Perla del Sur fue muy semejante a lo que vemos hoy, ideado para que más de 200 años después, los vestigios de la ilustración francesa y española aparezcan tan frescos como la primera vez.
Puerto, agricultura, azúcar y relaciones comerciales propiciaron el florecimiento del centro sur de Cuba, y persisten como fortalezas de su desarrollo socioeconómico y cultural.
En torno a eso se forjó el cienfueguero, “una población con un espíritu emprendedor de mejoramiento permanente del terruño y con un sentimiento de pertenencia que progresivamente se fue incorporando”, enunció Millán Cuétara, y agregó que tal progreso económico se expresó físicamente en la ciudad.
Cienfuegos se convirtió en la urbe más limpia de Cuba, con todos los parámetros de una gran capital, a pesar de su pequeña población. Ha sido siempre de gente dispuesta, capaz de hacer obras mejores en una ciudad ordenada con parámetros arquitectónicos muy claros.
“Al andar por sus calles usted se da cuenta que camina en una especie de telón escenográfico donde la ciudad se vuelca hacia el espacio público, y las fachadas adquieren un rol protagónico”, describió el conservador.
Es una ciudad ecléctica, de cúpulas, portales, el Paseo del Prado más extenso de Cuba, el único cementerio jardín activo, con un Arco de Triunfo que la singulariza y un parque Martí que Eusebio Leal nombrara “la plaza más bella de Cuba”, donde por segunda vez el pueblo de la Mayor de las Antillas honró con una escultura al Apóstol… entornos de vistas hipnóticas de mar, montaña e industrias en un mismo encuadre.
La valoración arquitectónica de Cienfuegos, una urbe moderna, trascendió entre las siete primeras villas. La dedicación de los lugareños a la conservación de sus tradiciones urbanas y marineras valieron la declaratoria de Monumento Nacional, en 1995, única ciudad cubana del siglo XIX con tal distinción en ese momento.
Fue la década del noventa medular en la restauración de la Perla del Sur, que si bien había descollado por el cuidado de sus encantos arquitectónicos, aspiraban a niveles de conservación aún más depurados, que aunaran además toda la historia detrás de cada inmueble.
“Gracia al interés, la demanda y preocupación del propio pueblo, en 2005 fuimos reconocidos por la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura) como Patrimonio Cultural de la Humanidad, la única ciudad que en la región posee esta categoría”, dijo Millán Cuétara, quien cita con exactitud el dictamen de aquellos días: “el primer y excepcional ejemplo de un conjunto arquitectónico representativo de las nuevas ideas de modernidad, higiene y orden en América Latina”, concluyó.
Desde entonces, un sinnúmero de edificios han sido sumados a la lista de rescate de inmuebles, incluso aquellos donde parecía que el tiempo había mordido con más fuerza. Comentó Millán Cuétara que para los cienfuegueros la ciudad soñada y su patrimonio “no se logran individualmente. Son un producto cultural colectivo. Por derecho, reconocimiento y amor de todo el país, Cienfuegos se ha convertido en la Perla de Cuba, porque ser cubano es un orgullo, y ser cienfueguero, un privilegio”.