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¿Acaso las campanas doblan por el USD?

En los últimos años ha cobrado fuerza la aspiración de sustituir las monedas físicas por una descentralizada que viaje por la Red de redes, fenómeno tendente a borrar la actual dependencia a la banca particular e incluso gubernamental


Viernes 17 de Enero de 2014 | 01:00:00 AM 

Autor

Luis Ubeda

El estadounidense Thomas Sargent, premio Nobel de Economía 2011, vaticinó hace poco que "en el futuro todos los gobiernos actuarán con más precaución, pero permitirán a la gente decidir qué moneda de comercio prefieren usar. Si deciden usar una diferente como el yuan chino, por ejemplo, entonces la era del dólar estadounidense comenzará a declinar".

En ese contexto, en 2008 y bajo el seudónimo Satoshi Nakamoto se dio a conocer el bitcoin, una moneda electrónica o criptodivisa descentralizada que proponía un sistema de transacciones online para realizar transferencias de forma directa sin la necesidad de un intermediario. El término se aplica también al protocolo diseñado por el mismo autor y a la red P2P que lo sustenta.

Precisamente el sitio de cambios MtGox anunció que el Bitcoin alcanzó el 27 de noviembre de 2013 un pico de 1 073 dólares, aunque vale reconocer que la ya popular moneda electrónica es altamente volátil, pues apenas un mes antes valía 205 dólares. Una vez creadas por transacciones, los bitcoins pueden ser utilizados para la compra de bienes, servicios o canjeados en línea contra divisas. No obstante, se ha detectado que, garante de un cierto anonimato, también ha sido usado para prácticas fraudulentas.

Valga saber que hasta la aparición del bitcoin era obligatorio efectuar todos los pagos en el comercio online por medio de entidades centralizadas de confianza (generalmente bancos y otras empresas financieras), que gestionaban el seguimiento de todas las transacciones.

También en 2008, los presidentes y representantes gubernamentales de los países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), acordaron la creación del Sistema Unitario de Compensación Regional (SUCRE).

Inicialmente el SUCRE es una unidad de cuenta y de valor, no una moneda con organismo emisor de piezas y billetes de curso legal. Esta unidad de cuenta busca reemplazar al dólar estadounidense en el comercio interregional entre los nueve países adheridos a esa (Venezuela, Cuba, Antigua y Barbuda, Bolivia, Dominica, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, Ecuador y Uruguay.

En efecto, el mundo está cambiando, acuciado por las arbitrariedades y la prepotencia financiera y económica patrocinada por Estados Unidos y sus más firmes aliados desde hace de siete décadas, como veremos a continuación.

Razones para un cambio

Hasta el 1ro. de julio de 1944, un tranquilo hotel de New Hampshire, en la localidad de Bretton Woods, parecía ajeno a lo que estaba pasando en un mundo asolado por la II Guerra Mundial. Pero aquel mes, este pequeño enclave turístico, a los pies de la cordillera cuyos picos recuerdan los nombres de más  de 10 presidentes estadounidenses -entre los que destaca el imponente Monte Washington- acogió una reunión para refundar el capitalismo.

La supremacía de Estados Unidos quedaría patente de principio a fin por disponer entonces de las dos terceras partes de las reservas internacionales del metal dorado; el resto lo haría la Guerra Fría, que fue apartando de los acuerdos, entendidos como un sistema internacional de regulación del capitalismo, a los países en los cuales se practicaba el socialismo real.

Allí la política imperial consiguió imponer su propuesta, formulada por el economista Harry Dexter White, ante la iniciativa británica, cuya paternidad correspondía al entonces ya desaparecido John Maynard Keynes, economista reaccionario de la cabeza a los pies.

Una de las ideas que White negoció fue la creación del Fondo Monetario Internacional. De Bretton Woods también surgió el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (tomando en consideración los destrozos de la guerra), devenido posteriormente Banco Mundial. Hasta entonces los países respaldaban las diferentes monedas nacionales con sus reservas de oro que, con el enorme gasto bélico, se habían casi esfumado. La conferencia estableció una equivalencia fija entre dólares y oro (una onza de este metal valdría siempre 35 dólares), deviniendo el billete verde la divisa de referencia.

Por último, Bretton Woods aportó el acuerdo General de Aranceles y Comercio (conocido como GATT, por sus siglas en inglés), que hasta 1995 hizo y deshizo a su antojo en materia de regulación del comercio internacional. Ese año fue sustituido por la Organización Mundial del Comercio (OMC), que rige hoy día bajo estrictos patrones de economía de mercado.

Ahora bien, el 15 de agosto de 1971 el entonces presidente, Richard Nixon, decidió unilateralmente cerrar la "ventanilla" de cambios de oro por dólares, dando fin de un plumazo al régimen de libre convertibilidad del dólar y el oro, y sentando las bases de su actual inseguridad ante otras monedas que vienen ocupando espacios nada despreciables en las finanzas internacionales.

De sobra ha quedado evidenciado que las sucesivas devaluaciones del dólar yanqui ha favorecido al Tío Sam y perjudicado a sus cofrades de las finanzas y el comercio internacional. ¿Por qué? La caída del dólar abarata de facto las exportaciones estadounidenses y reanima su mercado interno, amén de que las reservas internacionales que otras naciones tienen en ese papel se difuminan… receta por demás indicada para bloquear a naciones soberanas que no coincidan con sus intereses.

Cuando el río suena…

Lo que debutó como simple especulación periodística, cobra fuerza día tras día: que los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) establezcan una moneda común, con el propósito de frenar la dependencia de las políticas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.

El término BRIC surgió en el año 2001, acuñado por Goldman Sachs para hacer referencia a aquellas economías emergentes que, a tenor con sus previsiones, marcarían el devenir económico y político del siglo XXI.

Hoy los BRICS representan 43 % de la población del planeta, con un PIB mundial tan significativo de 21 % y creciendo por años.  Además, mueven 20 % mundial de la inversión. Para que se tenga una idea: si el comercio entre los BRICS representaba, en el año 2002, una cifra de 21 000 millones de euros, en el año 2012 ya suponía 219 400 millones de euros.  Son países que a pesar de la crisis económica presentan unos niveles de crecimiento muy fuertes para el año 2013.   Brasil 3,5 % del PIB, Rusia 3,7 %, India 5,9 %, China 8,2 % y Sudáfrica 2,8%.

Este quinteto promueve una estricta observación del derecho internacional, rechazando las políticas que limiten la soberanía de todos los estados, y busca un sistema mundial más equilibrado y justo en las relaciones económicas mundiales y en una reforma del sistema financiero actual, porque consideran que solo sirven para apuntalar el poder de los Estados Unidos y sus acólitos occidentales.

Naturalmente, el surgimiento de los BRICS no fue una noticia halagüeña para el imperio, pues supone la llegada de un nuevo polo de poder con suficiente fuerza para cuestionar el actual orden mundial.

Un caso aparte es el gigante asiático que, gracias a su exitosa política exportable, en la actualidad es el país con más reservas en moneda extranjera, los cuales crecen constantemente y que, según cálculos conservadores, rondan los 3,44 millones de millones de dólares.

Aunque la composición de las reservas de divisas es un secreto de Estado, un informe del diario China Securities Journal reveló hace unos años que 65 % eran dólares estadounidenses, 26 % euros, 5 % libras esterlinas y 3 % yenes. China es el mayor acreedor de deuda pública estadounidense después del banco central de ese país, la Reserva Federal.

Que nadie lo dude: el planeta Tierra está asistiendo a la consolidación de un bloque económico y político de primer orden, capaz, como enunciamos anteriormente, de cuestionar el actual orden mundial y provocar el desplazamiento de los poderes tradicionales: Europa y Estados Unidos.

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