Olga Ileana Jiménez atesora vivencias inolvidable de su experiencia como traductora a los miembros de la Brigada Henry Reeve durante la pandemia de COVID-19 en Italia. Autor: Hedelberto López Blanch Publicado: 23/04/2025 | 05:25 pm
Humanismo, coraje, seriedad, profesionalidad y el absoluto conocimiento de sus especialidades fueron las cualidades que más me impactaron de los profesionales cubanos de la salud que trabajaron incansablemente para salvar a pacientes italianos, sin importar sexo, religión, ciudadanía ni edad, me afirma con emoción la cubana residente en Europa Olga Ileana Jiménez, quien sirvió como traductora a los miembros de la Brigada Henry Reeve durante la pandemia de COVID-19.
Tras recibir una solicitud de las autoridades de Lombardía, 52 profesionales de la salud (36 médicos, 15 enfermeros y un responsable logístico) salieron el 22 de marzo de 2020 hacia ese país europeo y regresaron el 9 de junio de 2020.
En ese período de tiempo, realizaron más de 5 000 atenciones médicas a 516 pacientes y salvaron 219 vidas.
Olga Ileana Jiménez, es una cubana residente en Europa, soprano y directora de coros, graduada en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y después en el Instituto Superior de Arte (ISA). La especialidad de Música Vocal de Cámara la obtuvo en el conservatorio europeo Giuseppe Verdi, en la ciudad de Turín. Actualmente pertenece al directivo del Centro Studi Italia-Cuba, fundadora y portavoz del Comité Marianas Cubanas Contemporáneas.
La conocí cuando la presentación de mi libro Historias secretas de médicos cubanos, en el Museo Casa de África, en La Habana Vieja. Se presentó y habló, por experiencia propia, del altruismo y la profesionalidad de los médicos cubanos. Inmediatamente le propuse realizar una entrevista para que expusiera sus criterios sobre los galenos de la Isla del Caribe en momentos que desde Estados Unidos existe una fuerte campaña para tratar de denigrar sus humanitarias actividades.
—¿Cómo y por qué se incorpora a la brigada médica cubana Henry Reeve en Turín?
—Cuando inicia la pandemia en el mundo entero, en el norte de Italia estallaba un epicentro que nadie podía controlar porque no sabían de qué se trataba. Empezaron a morir muchas personas y entre ellos personal médico y sanitario.
Europa dio la espalda y se quedó el país sin saber cómo enfrentar este gran reto.
“Autoridades de Lombardía solicitaron apoyo al Gobierno cubano, conociendo la experiencia de sus profesionales de la salud para enfrentar el ébola en África o el cólera en Haití y otras naciones, e inmediatamente llegaron a Italia y así, por primera vez, las brigadas médicas cubanas ayudaban al continente europeo.
“Existía la necesidad de traducir, pues no se disponía de tiempo para enseñarles italiano a los profesionales recién llegados, y se realiza un llamado para que voluntarios ayudaran como traductores. Antes había que pasar un pequeño curso impartido por la Cruz Roja Internacional.
“Fui contactada y no lo pensé dos veces: Yo soy Fidel (me dije) y allí empieza mi pequeña contribución como traductora voluntaria en la brigada médica cubana en el hospital de campaña en la ciudad de Turín”.
—¿Puede narrar algunas experiencias?
—La brigada médica cubana en Europa y en específico en el norte de Italia causó muchas expectativas porque nadie tenía idea de lo que eran capaces de hacer. Los habitantes primeramente lo pensaban para poner en manos de desconocidos a un familiar.
“La situación empeoraba de minutos en minutos y las familias no podían perder tiempo en analizar si convenía o no dejar un ser atendido en manos de profesionales del llamado Tercer Mundo. Los hospitales colapsados, no sé podía esperar y se preguntaban: ¿qué tenía el médico cubano diferente al europeo?
“Empezaron a llegar tímidamente los primeros pacientes, muchas y muchos de edad avanzada y los familiares al principio se quedaban en la puerta principal del hospital para ver qué sucedía... aparecieron los primeros resultados...!el familiar estaba vivo!
“Un día, cuando termino mi turno, al salir me encuentro con un señor anciano que preguntaba si era allí donde estaban los médicos cubanos, pues se lo recomendaron familiares de pacientes y él tenía a su esposa enferma. Entré de nuevo y hablé del caso… enseguida fueron a buscar en una ambulancia a la esposa… Rebasó todo.
“Presté también servicio en la Zona Roja y como entrábamos camuflados y lo único que te identificaba era el nombre o apellido escrito en el uniforme, yo no podía permitir que el paciente se quedara sin poder comunicarse con el médico y viceversa.
“Después se hacía la reunión con los dos equipos médicos: italianos y cubanos, para saber el estado de salud de los enfermos y poder diagnosticar el tratamiento a seguir.
Entre los pacientes se hallaba un pianista de formación clásica como yo. Le atemorizada no ver más a la esposa y a su pequeña hija; ya sus manos no reaccionaban y además tenía miedo de perder sus dotes artísticas. Los médicos, como a todos los pacientes, lo curaron. Nadie murió bajo la atención de los médicos cubanos.
“Se hizo una despedida final y tuve la oportunidad de hacer un miniconcierto: la soprano cubana traductora voluntaria y el pianista paciente italiano juntos en esa pasión artística como profesionales”.
—¿Cómo considera el trabajo de los médicos cubanos en la misión?
—Como le expresé al principio, eran todo humanismo, coraje, seriedad, profesionalidad. Los epidemiólogos fueron la fuente y fuerza mayor, pues no dejaban pasar a nadie a la Zona Roja si el uniforme no se hallaba con todas las normas necesarias para entrar. Eran las vidas de todos a salvar: desde el médico hasta los que se ocupaban del servicio de limpieza, nadie se contagió...
“Con el tiempo supe que se preocupaban por mí porque sabían que era una soprano y se preguntaban entre ellos qué hacía yo allí, si no sabía el riesgo que tenía... Pero cuando eres una cubana, educada con las enseñanzas de Martí, Fidel, Raúl y mi Presidente Miguel Díaz-Canel, está primero el deber hacia el prójimo a cambio de nada, solo la fidelidad y agradecimiento a tu país por ser quien eres y esto es lo que tenemos que hacer, que el mundo entero lo sepa y más en estos tiempos cuando muchos no duermen pensando cómo desacreditar esas hazañas.
Claro, es imposible por mucho que se intente, pues testimonios de sus capacidades las encontramos hasta en un perdido lugar de las selvas africanas, en la Amazonía, donde nadie se atreve a ir ni aunque le paguen en monedas de oro.
Tenemos que hacer saber, difundir, conocer al mundo de nuestras excelencias que son muchas y entre ellas la escuela de medicina cubana.
Por eso aconsejo leer los libros del escritor Enrique Ubieta: Cubanos en Turín y Diario de Turín, editado por el Centro Studi Italia-Cuba, en los que encontrarán lo que intentan negar: salvar vidas y compromiso con nuestro país. Cuba envía médicos y no bombas.
“Al llegar la brigada Henry Reeve al aeropuerto internacional José Martí, de La habana, ese 9 de junio de 2020, el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, a través de una videoconferencia, elogió la labor de los profesionales por poner en alto el nombre de la solidaridad al enfrentar al nuevo coronavirus, declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de 2020. “Solo con el trabajo incansable bajo condiciones excepcionales, explicó el Presidente, puede explicarse la razón de que le estemos ganando la pelea a la pandemia, en momentos en que el bloqueo arrecia sobre nuestra Patria”.