Las playas vírgenes invitan al descanso. Autor: PL Publicado: 23/04/2025 | 05:19 pm
La península de Guanahacabibes, en Cuba, se distingue del resto del país al ser considerada una de las regiones con mayor biodiversidad en sus zonas terrestres y marinas.
Precisamente por sus cualidades, desde 1987 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) le otorgó la categoría de Reserva de la Biosfera (una de las seis existentes en el país) y, además, forma parte de uno de los 14 parques nacionales con una extensión aproximada de 39 901 hectáreas.
Una de las razones del buen grado de conservación de la península de Guanahacabibes, se debe al aislamiento de las comunidades humanas, a más de 130 kilómetros (km) de la ciudad de Pinar del Río; una población de unos 1 300 habitantes en cuatro localidades, y a esto se suma, por supuesto, un equipo de investigadores y especialistas.
Expertos del Plan de manejo para la investigación, realizan la monitorización y la protección de los recursos naturales, actividades de ecoturismo de forma sostenible, así como un programa de educación ambiental con las comunicadas locales y el público visitante.
OPCIONES ECOTURÍSTICAS
Las propuestas son variadas, dijo Mario Borrego, responsable de programa de Uso Público y Educación Ambiental del Parque Nacional de Guanahacabibes, quien explicó que en este lugar ubicado en el extremo más occidental de Cuba, y verdadero tesoro ideal para prácticas ecoturísticas, existen senderos interpretativos como Las Perlas, considerada la más grande de las más de 150 cuevas estudiadas en la península, El recorrido comienza desde el centro de visitantes en La Bajada hasta la caverna a una distancia de 1 500 metros.
Otra opción es la excursión desde La Bajada hasta el Cabo de San Antonio, con una duración de aproximadamente de cinco horas. Durante el camino, el visitante tiene la oportunidad de realizar paradas en sitios de interés paisajístico, y otras para apreciar elementos muy específicos del entorno como pudiera ser la observación de aves.
El Sendero del Bosque al Mar, continuó Borrego, con una hora y media de duración, tiene su principal atractivo en La Poza Redonda, una dolina cársica, y un tipo de caverna situado justo a la orilla del mar.
Para la llegada del verano hay otras posibilidades, comenta el responsable de programa de Uso Público y Educación Ambiental del Parque, pues es posible contemplar a las tortugas marinas, de gran atractivo turístico, ya que constituyen especies en peligro de extinción y la observación en su hábitat natural es considerada un privilegio en el mundo. En la península se pueden avistar hasta en su proceso de reproducción en la playa La Barca a la cual se acercan unos 800 ejemplares al año.
Guanahacabibes es considerado el sitio más importante de Cuba para la conservación de tortugas marinas, desde 1998posee un proyecto iniciado con estudiantes de la Universidad de La Habana atendidos por el Centro de Investigaciones Marinas, a quienes se sumaron la Universidad de Pinar del Río, y algunos colaboradores locales que apoyan el estudio y la conservación de estos animales, precisó el experto.
A las prácticas ecoturísticas se unen la observación de los farallones desde un mirador, y la zona de humedal -en el área de conservación del Cabo de San Antonio- sitio natural donde se reproduce el cocodrilo americano con una población dentro de las más grandes en la región occidental.
Mientras, en el punto más occidental del país se encuentra el faro Roncalli, construido en 1849 y en funcionamiento desde 1850 y, a solo cuatro kilómetros, la playa El Francés, parte de las playas de Las Tumbas, donde se encuentra ubicada el centro turístico Villa Gaviota Cabo San Antonio.
El buceo forma parte de los atractivos turísticos del área, para lo cual los visitantes pueden acceder al Centro Internacional de Buceo María la Gorda, un privilegio para los viajeros interesados en explorar sus aguas cristalinas y arrecifes coralinos bien conservados.
SINGULARIDADES
La península de Guanahacabibes es una llanura cársica, cubierta al 60 % de roca caliza, con notables diferencias entre la costa norte y la sur, esta última es elevada con farallones de hasta 20 metros sobre el nivel del mar y, desde el punto de vista paisajístico es uno de los principales atractivos de la región. La costa norte tiene un área de manglares de unos 80 kilómetros, explicó Borrego.
Más de 140 especies de árboles maderables en bosques semidesiduos constituyen la formación vegetal predominante, dijo, y precisó que durante años fue una importante fuente de empleo para el uso forestal, sobretodo en la tala de árboles.
Luego, se introdujo la crianza de cerdos silvestres, y posteriormente la apicultura. Como dato curioso la misma familia desarrolla esa actividad en los últimos 100 años con una tradición de cuatro generaciones, comentó.
Al referirse a la biodiversidad, acotó que la Península cuenta con 700 plantas superiores, de ellas 15 endémicas locales, más de 200 especies de aves, y un corredor aéreo conocido como La ruta del Misisipi, que atraviesa el Golfo de México y luego se bifurca. Una parte de las aves enrumba hacia Yucatán, la otra atraviesa la Península y continúa hacia Centroamérica, proceso natural que ocurre cuando empiezan al llegar los primeros frentes fríos para luego retornar en la primavera.
Uno de los fenómenos naturales excepcionales y poco mencionados, opinó Borrego, es la presencia de los cangrejos terrestres, de las tres especies; el rojo y negro es la más común, pues al ser una llanura cársica encuentran refugio entre las oquedades de las cuevas.
Sobre el particular, el experto resaltó que como consecuencia del cambio climático y el alza de las temperaturas se observa que la etapa de reproducción comienza mucho antes del inicio de la primavera, desde los primeros días de marzo.
Notables son las 24 especies de mamíferos, enfatizó, entre las que destacan las 14 variedades de murciélagos, uno de estos endémico de Guanahacabibes, rareza zoológica y de gran interés científico, con un hábitat en una cueva muy específica, La Barca, que por tal motivo está protegida y al mismo tiempo ostenta un reconocimiento en el nivel de Latinoamérica como una de las cuevas más importantes de la región para el estudio y conocimiento de los murciélagos.
Los anfibios también forman parte de los grupos biológicos presentes, con 19 especies, y algunas ranas endémicas locales, aunque con una población restringida; y también existen 110 especies de mariposas diurnas, amplió.
Al comentar sobre la fauna marina Borrego explicó que existen más de 200 especies de peces de arrecifes de coral y, en los manglares, más de mil ejemplares de moluscos marinos que representan aproximadamente 60 % de la diversidad de esos animales en Cuba, de los cuales hay dos variedades propias de la Península.
Destacan también las más de 30 especies de esponjas, unas 27 de gorgonias, consideradas como un patrón biológico para adoptar medidas de corrección y hacer un uso sostenible de los recursos marinos, unidos a los más de 40 tipos de corales, incluido el coral negro, considerado en el Caribe una joya.
El grado de conservación y variedad de los arrecifes, coloca a los sitios de buceo de Guanahacabibes entre los más diversos de Cuba y mejor conservados del Caribe insular, por tal motivo recibieron el reconocimiento internacional de protocolo spot, resguardado solo para aquellas zonas especialmente protegidas del Gran Caribe, ponderó el investigador.
Sobre el reconocimiento, Borrego acotó que esa categoría en Cuba solo la ostentan la parte marina de la Ciénaga de Zapata, en el sur de Matanzas, y el Parque Nacional Jardines de la Reina, al sur de Ciego de Ávila.
De ahí que la biodiversidad terrestre y marina, así como su conservación convierten al Parque Nacional Guanahacabibes en un destino único que combina la riqueza natural y la cultura, con experiencias ecoturísticas inolvidables e irrepetibles para quienes buscan explorar la naturaleza.
Faro Roncali, un símbolo arquitectónico
Ubicado en la península de Guanahacabibes el añejo faro Roncali fue nominado en la categoría de Conservación, al Premio Nacional de Restauración y Conservación 2020 que anualmente otorga el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural.
Inaugurado el 15 de septiembre de 1850, este faro se ha convertido en un símbolo arquitectónico, pues fue realizado bajo las más diversas adversidades sobre una cantera que no sufrió ninguna alteración, ya que solo fue empleada para la construcción del fanal y la casa de los torreros
Construido entre 1846 y 1849 autorizado por el Gobernador General O´ Donnell, se terminó de construir bajo el Gobierno de Federico de Roncali, el conde Alcoy, quien prestó su apellido para nombrar esta obra, para cuya ejecución, en enero de 1849 llegaron al Cabo de San Antonio constructores especializados, equipamiento y recursos destinados a acometer la gran y compleja obra, por su estructura y el terreno.
Enclavado en un promontorio rocoso natural que se alza a unos diez metros sobre el nivel del mar, está edificado con piedras redondeadas de más de 25 centímetros de espesor obtenidas a pico cerca del lugar donde se levanta; su altura total es de algo más de 25 metros desde la base hasta el techo circular de la casamata donde se proyecta el haz de luz cuyo alcance es de 18 millas de distancia con destellos en 10 segundos y ocho de oscuridad. En tiempos de huracanes se mantiene encendido las 24 horas del día.
La luz que emite puede ser apreciada a unos 30 kilómetros de distancia, gracias a una singular torre cónica de albañilería de una altura de 75 pies (22,5 metros). Cada diez segundos, con una frecuencia de dos destellos, Roncali es uno de los 17 faros que en la Isla mantienen vigilancia permanente y está considerado como de primera categoría, pues anualmente con su clarinada guía a miles de embarcaciones de numerosas partes del mundo que recorren las aguas caribeñas y del Golfo de México.
Con más de un siglo sirviendo de guía a embarcaciones que transitan por las peligrosas aguas del extremo más occidental de Cuba y una escalera de hierro de 72 peldaños es el enlace entre los seis pisos que lo conforman, al faro solo se podía acceder por mar o a pie por caminos intransitables y peligrosos. Por ese motivo los torreros y la guarnición no tenían otra alternativa que trasladarse al lugar en embarcaciones.
No es hasta la década del 70 del pasado siglo que se ejecutó una carretera y toda una comunidad destinada a las familias carboneras de Los Cayuelos, así como otra vía de 63,3 kilómetros con todas las condiciones que permite acceso al Cabo de San Antonio.
Desde los farallones próximos al Faro Roncali es posible divisar paisajes de extraordinaria belleza, gracias a la biodiversidad vegetal única de la Península de Guanahacabibes. (Con información de PL y Ecured)