Por eso nuestra máxima siempre ha sido que la oficina del comercial es la oficina del cliente. Y cuando ya tienes el contrato firmado es también la oficina del periodista, del fotógrafo, del editor, del diseñador, del economista, del webmáster. Autor: Archivo JR Publicado: 30/01/2024 | 07:44 am
«Somos una pila de locos», decía siempre nuestro querido Amado de la Rosa, lo mismo despampanante en medio de la Redacción que en sus jocosas disertaciones de regreso a casa luego de una jornada de feria, donde él se robaba el show todo el tiempo.
Así, con solo cinco palabras, definía la entrega, la incondicionalidad, el sentido de pertenencia, la lealtad, la confianza y el respeto que se siente cuando trabajas en Opciones.
No es nada mágico ni maravilloso. Simplemente una experiencia única cargada de tensiones, de buenos deseos, improvisaciones, motivaciones, denuedo, y de sentimientos encontrados con final feliz. Ha sido la película de más largo rodaje, 30 años en escena con todos los actores protagónicos a la vez.
Tan solo por eso hemos llegado hasta aquí en medio de tantas vicisitudes. Porque en el mundo de los negocios ningún eslabón de la cadena puede fallar, y cuando esto ocurre se paga bien caro, también lo hemos vivido y lamentado en varias ocasiones. De ahí que la unidad haya sido nuestro pilar fundamental, aun cuando una pared por medio divida a los departamentos de Redacción y de Relaciones Públicas. Cada quien sabe su rol y aporta su pedacito para que al final Héctor Pérez Mata saque la cuenta, anuncie los aportes, que suelen ser nuestras pequeñas victorias, y mientras la noticia corre de boca en boca se sienta ese cosquilleo por dentro típico cuando se disfruta el éxito.
Cuentan los fundadores que en 1994 cuando el semanario Opciones rompió el hielo en hallar alternativas para buscar fuentes de financiamiento dentro del periodismo revolucionario acostumbrado en Cuba hasta entonces, nadie tenía idea de cómo emprender aquella nueva tarea, y en medio de un Período Especial que azotaba durísimo a la prensa.
Con la astucia de los iniciadores, el buen deseo, un estudio a priori de marketing y mucha profesionalidad y ética llegaron a nuestras páginas los primeros clientes y desde entonces creció la familia sumando poco a poco a esa comunidad de empresas nacionales y extranjeras que apuestan cada año por los servicios de nuestra cartera de ofertas.
En la marcha aprendimos a asumir una mentalidad mercantilista indispensable para debutar en un mercado del que se conocía bien poco.
Hubo que aprender de mercadotecnia, de publicidad, de cómo imponerse en una competencia hostil y desgastadora, donde se impone la constancia, el respeto, tener bien claro el perfil y estar en constante intercomunicación con los clientes.
Aprendimos que el trabajo face to face es vital. Se lo recalcaba hace unos días a un compañero de los que hoy se desenvuelven excelentemente en la comercialización. Ni el correo electrónico ni las redes sociales podrán sustituir jamás un encuentro interpersonal para negociar, pactar, acordar, firmar y definir cualquiera de los proyectos en marcha, donde la presencia física y las palabras son claves.
Nosotros no solo trabajamos en feria, como algunos piensan cuando ven las oficinas vacías. Es que el éxito de una feria es fruto del trabajo previo, el ir y volver hasta el cliente cuantas veces sea necesario, que este sienta la presión y la constancia defendiendo tu oferta. Hay que andar a la ofensiva siempre y tener bien claro que «los negocios —escribió José Martí— tienen sus rufianes, sus fanáticos y sus calaveras».
Por eso nuestra máxima siempre ha sido que la oficina del comercial es la oficina del cliente. Y cuando ya tienes el contrato firmado es también la oficina del periodista, del fotógrafo, del editor, del diseñador, del economista, del webmáster. Hay que ir hasta allá a hacer el servicio acordado, volver a que lo revisen y aprueben, luego a entregar el trabajo terminado, a facturar.
Treinta años son los segundos 15 de Opciones y eso amerita nuevos trajes, nuevos sueños, un renacer buscando siempre la luz del sol y, como advirtió Martí, «convertir en amarillo lo negro con el trabajo milagroso… este dulcísimo consuelo… este cincel, pincel, creador, evocador, este amigo que une, añade, sonríe, avigora y cura».