La noticia ganó un espacio en los principales medios informativos del planeta, a mediados del pasado mes de marzo, cuando el primer tren de mercancías que conecta a China con Irán arribó a Teherán después de recorrer más de 10 000 kilómetros, como parte de la iniciativa china de la nueva Ruta de la Seda. En solo 14 días el convoy venció la distancia entre la provincia costera de Zhejiang, al este de China, hasta la capital iraní, atravesando Kazajistán y Turkmenistán.
"Por ferrocarril solo ha demorado dos semanas y el costo también es muy eficaz en comparación con el transporte terrestre y, sobre todo, el de carga aérea", aseguró la directora comercial de la compañía iraní PTV, Sadaf Sabaghian, tomando en cuenta además, que por medio de la vía marítima demora entre 25 y 30 días llegar al puerto iraní de Bandar Abbas y otros siete días hasta Teherán. La funcionaria añadió que el trayecto del tren no concluirá en la capital persa, sino que continuará hasta Europa.
En este sentido, China considera a Irán un socio clave para su macroproyecto Una franja, una ruta, dirigido a crear una vasta red comercial desde Asia hasta Europa. Para ejecutar la vigorosa iniciativa, que supone el resurgimiento de la antigua Ruta de la Seda, China necesita a Irán para los trayectos comerciales terrestres.
Sobre esa base, ambas naciones suscribieron en Teherán 17 acuerdos bilaterales sobre distintos ámbitos de actividad económica por valor de 600 000 millones de dólares, durante la visita oficial realizada en marzo último a la nación persa por el presidente chino, Xi Jinping, siendo el primer mandatario extranjero que lo hace tras el levantamiento de las sanciones económicas y financieras el 16 de enero de este año. Jinping sostuvo sendas reuniones con su homólogo iraní, Hassan Rohani, y con el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, en lo que también constituye la primera vez en 14 años que un mandatario chino visita la República Islámica.
Rohani informó que los acuerdos alcanzan el ámbito energético (gas y petróleo), industrial, comercial, medioambiental, judicial y cultural, entre otros sectores estratégicos en los que los dos países cooperarán durante un período inicial de 10 años. China es el principal socio comercial de Irán y el mayor importador de crudo, luego de que en los primeros 11 meses de 2015 adquirió en Irán 24,4 millones de toneladas de petróleo, 8 % del total de sus importaciones.
Más de dos milenios os contemplan
Los antecedentes de las relaciones entre China e Irán son lejanos, tanto como desde la dinastía Han (207 ane a 220 dne), cuando recibieron a los primeros comerciantes provenientes de Asia Central, India y Persia, la actual República Islámica.
La red de vías comerciales terrestres más larga del mundo y su origen se remonta al siglo II ane, cuando el Emperador Wu de la Dinastía Han, motivado por intereses militares y políticos, ordenó al enviado imperial Zhang Qian una misión diplomática para frenar los ataques de diferentes tribus nómadas al noreste de su imperio. Al regreso de su periplo, 13 años después (entre el 138 y el 125 ane), Zhang no había logrado ninguna alianza militar, pero instruyó a la corte de la existencia de numerosos reinos y lo impresionado que estaba por la raza de unos caballos originarias del valle de Ferghana, mucho más resistentes y veloces que los autóctonos.
El relato de Qian (considerado hoy el padre de la Ruta de la Seda) se detalla en las primeras crónicas chinas Shiji o Memorias históricas, compiladas en el siglo I ane, pero no fue hasta 1877 cuando el geógrafo alemán Ferdinand Freiherr von Richthofen así la calificó en su obra Viejas y nuevas aproximaciones a la Ruta de la seda, tomando en cuenta la mercancía más prestigiosa que circulaba por esa y cuya forma de elaboración guardaban bajo siete sellos sus descubridores chinos.
Los miles de kilómetros de recorrido nacían en la actual ciudad china de Xian -antigua Changan-, pasando entre otras por Karakorum (Mongolia); el Paso de Khunjerab, entre China y Paquistán; Susa (Persia); el Valle de Ferghana en la hoy Tayikistán; la ciudad paquistaní de Taxila; Antioquia en Siria; Alejandría (Egipto), la villa rusa de Kazán; Constantinopla -hoy Estambul, Turquía, y antesala del Viejo Mundo-, llegando hasta los reinos hispánicos del siglo XV, en los confines de Europa, para tocar por último a Somalia y Etiopía en África oriental.
Sin duda a la historia y a la memoria recurrió el presidente chino, Xi Jinping, para presentar en 2013 la nueva Ruta de la Seda, expresando: "Hace más de dos milenios, las personas diligentes y valientes de Eurasia exploraron y abrieron vías de intercambios comerciales y culturales que unían las principales civilizaciones de Asia, Europa y África, colectivamente llamada la Ruta de la Seda por generaciones posteriores".
El nuevo camino de hierro comprende a 60 países, aunque combina un derrotero terrestre y otro marítimo que conecta a China con Europa a través del Asia Sur-Oriental, Asia Central y el Oriente Medio. En la ruta se encuentra 70 % de la población mundial, 75 % de las reservas de energía conocidas y dicho espacio se genera 55 % del PIB mundial.
Ojos inquietos sobre la nueva ruta
Analistas coinciden en que Washington ve con preocupación el proyecto de Xi Jinping, destinado a encontrar una salida para la enorme capacidad del país en sectores industriales como los del acero, el cemento y el vidrio. Naturalmente, un claro destino para esa sobreproducción comprende todo el Oriente Medio, franja a la que Rusia se ha sumado con su Unión Económica Euroasiática.
Asimismo, hoy día Europa es una de las prioridades estratégicas de China y eso también preocupa a la, hasta ahora, primera economía mundial. ¿Por qué? Gestiona parte del puerto de El Pireo, multiplica sus proyectos en Grecia, país clave para extender su actividad hacia los Balcanes y el sur europeo, e incrementa sus inversiones en Alemania y Reino Unido. El servicio de tren lanzado en 2014 entre Yiwu, en la costa oriental de China, y Madrid, deviene símbolo del cambio geopolítico en el nuevo siglo. Los 13 000 kilómetros de recorrido convierten esta red férrea en la más larga del planeta, oportunidad que no debe dejar escapar cualquier gobierno instalado en La Moncloa.
Aunque por razones obvias América Latina y el Caribe no están incluidos en la nueva Ruta de la Seda, sí se prevén en un futuro no lejano sus extensiones como, por ejemplo, el proyecto de ferrocarril transcontinental que enlazaría la costa del Pacífico de Perú con la del Atlántico de Brasil, o la iniciativa del Gobierno encabezado por Evo Morales Ayma y de varias empresas alemanas para construir un Corredor Ferroviario Bioceánico Central cuyo costo podría ascender a unos 10 000 millones de dólares.
Para el gigante asiático cualquiera de los dos proyectos representa la posibilidad de un vínculo más directo para que las materias primas que importa de Brasil lleguen al Pacífico y de ahí a Asia en un lapso mucho menor que el necesario para dar la vuelta marítima por el Cabo de Hornos. Tampoco escapa a la aguda mirada china el continente africano, pues en 2015 firmó con la Organización para la Unidad Africana un memorando contemplando inversiones por valor de 60 000 millones de dólares de los que, sin lugar a dudas, una sustancial parte se invertirían en conexiones para abaratar los costos de transportación mediante el ferrocarril.
Finalmente y transcurridos 2 100 años, en junio de 2014, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, eligió un tramo de la Ruta de la Seda como Patrimonio de la Humanidad con la denominación Rutas de la Seda: la red del corredor Chang'an-Tian-shan. Este sitio abarca un gran trayecto de la gigantesca trama recorrida por las caravanas de comerciantes desde la zona central de China hasta la región de Zhetysu, situada en el Asia Central, incluyendo 33 nuevos sitios en China, Kazajistán y Kirguistán.